Las preguntas que nunca tendrá que escuchar la embarazada Susana Díaz

Brillante y acertadísimo artículo de Juan Bosco Martín Algarra

Juan Bosco Martín Algarra | Treinta y muchos.

Las preguntas que nunca tendrá que escuchar la embarazada Susana Díaz

19 enero, 2015 

Juan Bosco Martín Algarra

 

Me he llevado un alegrón al enterarme de que la presidenta de Andalucía, Susana Díaz, está embarazada. Lo digo con franqueza: un alegrón. Ya va siendo hora que una realidad tan cotidiana para miles de mujeres en el mundo tenga su reflejo en la alta política.

Celebro que sus colegas, de uno y otro signo ideológico, hayan coincidido en felicitarle. Ya puestos, me permito preguntarles por qué no hacen un poquito más para que todas las mujeres puedan sentirse tan plenas de satisfacción como Susana Díaz ante el anuncio de un embarazo.

Porque, seamos claros: por desgracia (o por negligencia, indiferencia o simple y pura maldad), no siempre la llegada de un hijo resulta tan bien recibida en el entorno social o familiar de una mujer.

“¿Vas a estar mucho tiempo de baja?” “¿Piensas tener más hijos?” “Supongo que ahora te centrarás en tu casa, ¿no?” “¿No te parece un poco arriesgado, a tu edad?” “¿Crees que vas a poder con todo?” “¿Lo sabe ya tu jefe?” “¿Podrás prestar la misma atención a tu hijo mayor?” “¿Pero tú no estabas planificando?” “¿No te parece demasiado ahora que has comprado la casa?”

“¿Y cómo vas a llevarlo, si ya no tienes plazas suficientes en el coche?” ¿Se lo has dicho ya a tu marido/padre/madre/novio/suegro?” Y la pregunta-gracieta del millón, la más estúpida de las estúpidas: “¿Es que no tenéis tele?” A la que yo suelo responder: “Sí, (colóquese el exabrupto correspondiente en su forma vocativa) pero salen demasiados anuncios”.

 Si los hombres fuéramos sometidos al mismo bombardeo inquisitorial, hace tiempo que la Humanidad se habría extinguido.

Por eso me alegra sobremanera que, al menos en el caso de Susana Díaz, todo hayan sido parabienes. Me parece estupendo que, ante las preguntas de los periodistas, ella haya podido responder tajantemente con una sonrisa de oreja a oreja: “Este es un asunto que sólo afecta a mi familia y a mí”. Bravo, señora presidenta. Y qué pena que, después de varios gobiernos socialistas en Andalucía y en España, no todas las madres puedan responder con el mismo aplomo que usted sin temor a quedarse en la calle.

Cuento las mujeres con altos cargos políticos que he visto embarazadas y, por desgracia, me sobran dedos: Chacón, Sáenz de Santamaría… ahora mismo no me acuerdo de muchas más, aunque supongo habrá algunas. Mando desde aquí mi aplauso para la dirigente de Podemos, Carolina Bescansa, una de las pocas lideresas vistas con su hijo en brazos. Al igual que para la eurodiputada conservadora Licia Ronzulli, que ha participado en varios plenos en idéntica tesitura. Creo que ambas han lanzado un mensaje muy claro que lleva implícito su apoyo a las políticas que favorecen la maternidad y sus incuestionables beneficios sociales: sostenibilidad de las pensiones, salud (las madres curan), educación (las madres educan), igualdad de sexos (hay que luchar para que la maternidad esté tan bien protegida como la paternidad), conciliación, etc, etc, etc.

Debo mencionar aquí a la vicepresidenta Sáenz de Santamaría que, por cierto, apenas se tomó la baja correspondiente cuando nació su hijo, al contrario de lo que hizo la ex ministra Chacón. Está en su derecho.

Pero yo me pregunto: ¿habría sobrevivido España a la maternal ausencia de la vicepresidenta durante tres meses? Teniendo en cuenta que ha sobrevivido su presencia activa durante mucho más tiempo, yo creo que sí. Además, muchas mujeres que se ven obligadas a lidiar con ciertos ‘empresaurios’ que pueblan nuestras fronteras, de esos que están abonados a la expresión “en estos momentos hay que darlo todo por la empresa”, habrían agradecido un gesto ejemplar (y social) de doña Soraya. Lo habrían agradecido incluso más que sus lágrimas por las personas desahuciadas.

Concluyo: vaya mi enhorabuena a Susana Díaz y mi seguridad de que no se verá sometida a cuestión tan desagradable. Deseo que todos los políticos que ahora la felicitan se fajen para que las mujeres, todas las mujeres, puedan vivir su gestación con la misma tranquilidad de Susana. O, al menos, con la misma tranquilidad que los padres de las criaturas.

 @martinalgarra

v\:* {behavior:url(#default#VML);}
o\:* {behavior:url(#default#VML);}
w\:* {behavior:url(#default#VML);}
.shape {behavior:url(#default#VML);}

0
false

21

18 pt
18 pt
0
0

false
false
false

/* Style Definitions */
table.MsoNormalTable
{mso-style-name:»Tabla normal»;
mso-tstyle-rowband-size:0;
mso-tstyle-colband-size:0;
mso-style-noshow:yes;
mso-style-parent:»»;
mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt;
mso-para-margin-top:0cm;
mso-para-margin-right:0cm;
mso-para-margin-bottom:10.0pt;
mso-para-margin-left:0cm;
mso-pagination:widow-orphan;
font-size:12.0pt;
font-family:»Times New Roman»;
mso-ascii-font-family:Cambria;
mso-ascii-theme-font:minor-latin;
mso-fareast-font-family:»Times New Roman»;
mso-fareast-theme-font:minor-fareast;
mso-hansi-font-family:Cambria;
mso-hansi-theme-font:minor-latin;}

Homo Familiaris: Europa, huérfana

Homo Familiaris: Europa, huérfana.

 
 
Cuando el pasado mes de octubre acudí a la Santa Misa en la nueva iglesia de Las Tablas, en Madrid, el celebrante me sorprendió con una jugosa plática en la que, con ocasión de la fiesta de Santa Brígida de Suecia, copatrona de Europa, comparó a nuestro continente con un niño huérfano. Podemos, con Dickens, imaginar a este niño viviendo en un lúgubre orfanato, privado del calor y el cariño de sus padres, sintiéndose inseguro, temeroso, desconfiado. Esa inseguridad que le hará ver al semejante como a un enemigo, o como a una víctima, convirtiéndose en perfecto candidato para toda clase de malas inclinaciones, y casi ninguna esperanza de gozar en el futuro de una vida larga y venturosa.
Habiendo Europa renunciado a su identidad cristiana, declarando la muerte de su Padre-Dios, presenta todos los síntomas de aquel niño huérfano, que teme a su futuro porque ha perdido toda la esperanza en sí mismo y en la humanidad.
Traigo esto a colación por los recientes atentados islamistas de París. Lo primero que me gustaría señalar es que, en contra de la opinión dominante, no ha sido un atentado «contra la libertad de expresión».
La libertad de expresión no es un derecho ilimitado ­–como tampoco lo es ningún otro-. En su ejercicio siempre se deben respetar los derechos de los demás. Por ejemplo, en España, el artículo 20 de la Constitución señala al respecto que “estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de las leyes que lo desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia”.
Así, en ningún caso resultará admisible el insulto o las calificaciones claramente difamatorias, como establece el Tribunal Constitucional, en sus sentencias SSTC 204/2001, de 15 de octubre; 20/2002, de 28 de enero; STC 181/2006; STC 9/2007. Por tanto tampoco se puede hacer escarnio o mofa de las creencias de los demás, pues hay otro derecho fundamental que las protege.
En España, el artículo 10 de la  Constitución, en su apartado segundo, señala que : Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por España, norma que, según nuestro TC «obliga a interpretar los correspondientes preceptos de [la Constitución] de acuerdo con el contenido de dichos Tratados o Convenios, de modo que en la práctica este contenido se convierte en cierto modo en el contenido constitucionalmente declarado de los derechos y libertades que enuncia el capítulo segundo del título I de nuestra Constitución». De la Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada y proclamada por la 183 Asamblea General de las Naciones Unidas, el 10 de diciembre de 1948 interesa destacar hora su artículo 18, que establece que “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”. 
Por ello nuestro Código Penal, castiga a quien “para ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan públicamente, de palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de documento, escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen, también públicamente, a quienes los profesan o practican.”
Es decir, que los dibujantes y editores de la revista atacada no ejercían su derecho a la libertad de expresión cuando hacían escarnio de las religiones, iban mucho más allá de aquel, abusaban de él y por tanto incurrían en ilegalidad, situándose al margen del Derecho.
En ese sentido es clarificador lo que Benedicto XVI dijo en Munich el 10 de septiembre de 2006: “Las poblaciones de África y de Asia ciertamente admiran las realizaciones técnicas de Occidente y nuestra ciencia, pero se asustan ante un tipo de razón que excluye totalmente a Dios de la visión del hombre, considerando que esta es la forma más sublime de la razón, la que conviene enseñar también a sus culturas. La verdadera amenaza para su identidad no la ven en la fe cristiana, sino en el desprecio de Dios y en el cinismo que considera la mofa de lo sagrado un derecho de la libertad y eleva la utilidad a criterio supremo para los futuros éxitos de la investigación.”
Los terroristas, en realidad, han matado personas, cercenando vidas humanas, y con ello han atentado contra nuestra civilización y contra nuestra cultura, y contra todos nosotros, despreciando el supremo valor de la vida humana. Es decir, han vulnerado los más profundos valores que sustentan nuestra cultura occidental y nuestra visión del mundo, esencialmente el que establece la esencial dignidad del ser humano y el valor absoluto de la vida humana. Como recordaba Benigno Blanco en su Lección inaugural de Apertura de Curso en la UCAM el 12 de noviembre, la civilización occidental [es] la más humanista que ha existido. Sólo aquí, en Occidente, hemos descubierto e interiorizado la radical igualdad entre los seres humanos; sólo aquí hemos construido el concepto de dignidad humana y teorizado los derechos humanos; sólo aquí hemos creado todo un entramado institucional para defender la libertad: el Estado de Derecho; sólo aquí hemos sometido a criterios éticos los más radicales poderes del Estado como la pena de muerte y la guerra; sólo aquí hemos erradicado la tortura y la esclavitud.
Pero… ¿Estos principios siguen siendo hoy los valores sobre los que asienta nuestra civilización occidental? ¿No nos hemos ido encargando nosotros mismos, desde hace décadas, de vaciarlos de contenido, de relativizarlos e incluso de oponernos a ellos, renunciando así a nuestra propia esencia?
En la vieja, envejecida y esclerótica Europa, víctima del pensamiento débil, ha dejado de tener sentido la apelación a la verdad del hombre, y a un humanismo de raíz cristiana que supuso el fundamento de los Derechos Humanos y de la consagración de la dignidad inviolable de todo ser humano.
El relativismo, con su renuncia al uso de la razón para descubrir la verdad, ha sumido al hombre occidental en un pozo de miedo y de soledad. Los jóvenes europeos que se ven lamentablemente seducidos por los movimientos radicales islamitas posiblemente lo sean por la aversión a caer en el nihilismo. Los asesinos de París –jóvenes esencialmente- no eran una excepción. Porque, como se ha visto, “cuando prescindimos de Dios emprendemos una oscura senda en la que toda degradación es posible”, en palabras de Carlos López Díaz.
La solución, la recuperación de la esperanza está en nuestras manos, pero no será fácil, porque ese pensamiento débil, que es como una enfermedad, rebaja el nivel ético general, de modo que en nombre de un falso concepto de tolerancia se termina persiguiendo a los que defienden la verdad sobre el hombre y sus consecuencias éticas (Papa Francisco, 20-6-2014). Por eso, me temo que, como afirmaba Tácito refiriéndose al Fin del Imperio Romano, “hemos llegado a un momento en que no somos capaces de soportar ni nuestros problemas ni sus soluciones”.
 

Homo Familiaris: No es necesario creer en Dios

Homo Familiaris: No es necesario creer en Dios.

 

 
 
Imaginemos que el presidente de una gran compañía aérea –pensemos, por ejemplo, en la alemana Lufthansa, o en la norteamericana Delta- hiciera unas declaraciones como estas: “No es necesario volar en avión para viajar con seguridad y rapidez. En cierta forma, la idea tradicional de la aviación comercial, no está actualizada. Uno puede perfectamente viajar por todo el mundo sin utilizar jamás el avión. Para muchos, el automóvil o el ferrocarril son una manera perfecta de desplazarse de un lugar a otro. Algunos de los más grandes y famosos viajes de la historia se han hecho sin utilizar para nada el avión, mientras que los más grandes e impactantes desastres provocados por el hombre han sido los accidentes aéreos”.
 
Imaginemos además que este conjunto de frases, que aparecen como un discurso hilvanado a conciencia, son objeto de difusión masiva en las redes sociales, y generalmente son distribuidas por personas o colectivos con intereses económicos contrarios a los de las compañías aéreas, o por aquellos que representan a potenciales rivales comerciales.
 
Creo que lo primero que se le ocurriría pensar al inocente lector sería que se trata de algún tipo de manipulación, que es imposible que el presidente de una compañía aérea se refiera a su propio negocio en esos términos.  Pero si no se pusiera en duda su veracidad, supongo que muchos pesarían que ese señor había enloquecido repentinamente. Además, de ser cierto que se había expresado de esa manera, sería inmediatamente cesado por el consejo de Administración, y muy probablemente ingresara en algún establecimiento psiquiátrico por presentar en apariencia todos los síntomas de un grave trastorno mental.
 
No podría evitarse el desplome del valor de las acciones de la empresa en Bolsa, y por su gran importancia relativa, tampoco la caída de los índices de las principales bolsas occidentales, viéndose implicadas en ello las empresas del sector turístico, bancarias y energéticas, y por supuesto, las del sector aeronáutico. La tormenta financiera se extendería con rapidez, y los medios de comunicación se encargarían de convertirlas en el detonante de un acelerado descrédito del transporte aéreo, con la previsible bancarrota de un sinfín de empresas de algún modo relacionadas con la actividad aérea. La situación acabaría enderezándose, pero ello tras mucho tiempo y mucha energía desplegada en desmentir aquellas declaraciones.
 
Algo parecido a ello está pasando en estos días respecto a una supuestas declaraciones de su santidad el Papa Francisco. Son estas:
 
No es necesario creer en Dios para ser una buena persona. En cierta forma, la idea tradicional de Dios no está actualizada. Uno puede ser espiritual pero no religioso. No es necesario ir la Iglesia y dar dinero. Para muchos, la naturaleza puede ser una Iglesia. Algunas de las mejores personas de la historia no creían en Dios, mientras que muchos de los peores actos se hicieron en su nombre.
 
Circulan profusamente en Facebook y han obtenido un amplio eco periodístico, con titulares como estos: “Francisco asegura a los ateos: No tienen que creer en Dios para ir al cielo”, o “No hace falta creer en Dios para ir al cielo, dice el Papa”. Generalmente son citadas por personas que se jactan de no creer en Dios, de ser ateas, y en muchos casos indiferentes e incluso hostiles a la Iglesia Católica.
 
Pero en realidad, su autenticidad es muy dudosa, algunas de ellas sí han sido dichas o escritas por el Papa Francisco, pero en un contexto muy concreto, sin que por otra parte ofrezcan novedad alguna. Y respecto de otras muchas, reconozco que no he sido capaz de averiguar cuando y dónde las pronunció o escribió su Santidad.
 
Con respecto a la primera y más impactante – No es necesario creer en Dios para ser una buena persona -, aparte de ser una evidencia y responder al mito del “ateo virtuoso” (que en el pensamiento moderno, aparece de modo explícito con P. Bayle (1647-1706)), procede de la respuesta que –por escrito- el Papa dio al periodista Eugenio Scalfari, fundador y director del diario italiano La Repubblica, intelectual de izquierdas y ateo, que había dirigido al Papa Francisco varias preguntas sobre la religión y el hombre en la sociedad actual, a través de una serie de editoriales que publicó en su periódico en julio y agosto de 2013. Lo que el Papa escribió fue:
 
En primer lugar, me pregunta si el Dios de los cristianos perdona a quien no cree o no busca la fe. Considerando que  -y es la cuestión fundamental-  la misericordia de Dios no tiene límites si nos dirigimos a Él con corazón sincero y contrito, la cuestión para quien no cree en Dios radica en obedecer a la propia conciencia. Escucharla y obedecerla significa tomar una decisión frente a aquello que se percibe como bien o como mal. Y en esta decisión se juega la bondad o la maldad de nuestro actuar.
 
El Papa recuerda la infinita Misericordia de nuestro Señor y el hecho de que nuestra conciencia no es más que la voz de Dios en nuestro interior.
 
Por otra parte, su impecable respuesta no supone más que reiterar la doctrina contenida en el Catecismo de la Iglesia Católica –principalmente inspirado en el Concilio Vaticano II en estos temas- que, comenzando por la libertad de la fe –“nadie debe estar obligado contra su voluntad a abrazar la fe” (160)- afirma sin ambages que “creer en Cristo Jesús es necesario para obtener la salvación” (161) “puesto que «sin la fe… es imposible agradar a Dios» (Hb 11, 6)”, por lo que “Fuera de la Iglesia no hay salvación” (846).
 
Pero a continuación, y citando la Constitución Apostólica Lumen Gentium (1964), añade que “los que inculpablemente desconocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, y buscan con sinceridad a Dios, y se esfuerzan bajo el influjo de la gracia en cumplir con las obras de su voluntad, conocida por el dictamen de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna. La divina Providencia no niega los auxilios necesarios para la salvación a los que sin culpa por su parte no llegaron todavía a un claro conocimiento de Dios”.
 
De modo muy hermoso, y refiriéndose al Misterio Pascual –la Resurrección- en la Constitución Apostólica Gaudium et Spes (1965) se afirma: “Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual.”
 
El resto de las frases supuestamente atribuidas al Papa Francisco en esta cita –y que son claramente inconexas, por lo que creo que, de haber sido dichas o escritas por él lo fueron en diferentes momentos, lugares y circunstancias- son, consideradas por separado, una serie de axiomas que no requieren más comentario:
 
“Uno puede ser espiritual pero no religioso”.
“No es necesario ir la Iglesia y dar dinero”.
“Para muchos, la naturaleza puede ser una Iglesia”.
“Algunas de las mejores personas de la historia no creían en Dios, mientras que muchos de los peores actos se hicieron en su nombre”.
 
Pero puestas todas juntas y seguidas, precedidas por la asombrosa afirmación de que “en cierta forma, la idea tradicional de Dios no está actualizada”, me sugieren una clara manipulación del mensaje papal, y como tal manipulación, me temo que no está hecha con la mejor de las intenciones.

El absolutismo de la libertad de expresión. | Pepe de Brantuas

El absolutismo de la libertad de expresión. | Pepe de Brantuas.

De mi amigo, el Gran Pepe de Brantuas.

 

Con la masacre terrorista contra la revista francesa Charlie Hebdo y la solidaridad mundial con las víctimas, ha vuelto a primer plano el debate de si los derechos y libertades son absolutos o si tienen límites. No se trata de que este crimen se podría haber evitado si no se hubieran publicado caricaturas de Mahoma, que es un debate absurdo porque los terroristas usan cualquier excusa para matar, sino hasta que punto es legítimo injuriar a los demás en sus creencias o convicciones. Para demasiada gente el insulto o cualquier tipo de agresión verbal o escrita son parte de la libertad de expresión, pero en realidad, esa libertad como derecho, no es ilimitada en ningún país democrático que haya firmado, al menos, la Convención Europea para la Salvaguarda de los Derechos del Hombre y de las Libertades Fundamentales, o no debería serlo.

La citada convención, en su artículo 10, reza así:

1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o de comunicar informaciones o ideas, sin que pueda haber injerencia de las autoridades públicas y sin consideración de fronteras. El presente artículo no impide a los Estados someter las industrias de radiodifusión, de cine o de televisión a un régimen de autorizaciones.
2. El ejercicio de estas libertades lleva consigo deberes y responsabilidades que pueden ser sometidos a ciertas formalidades, condiciones, restricciones o sanciones, previstas por la ley; que constituyen medidas necesarias en una sociedad democrática, para la seguridad nacional, para la integridad territorial o la seguridad pública, para la defensa del orden y para la prevención de la salud o de la moral, para la protección de la reputación y de los derechos ajenos, para impedir la divulgación de informes confidenciales o para garantizar la autoridad y la imparcialidad del poder judicial.

Desde ese punto de vista, la libertad de expresión dista mucho de ser absoluta. Y con ella otros derechos como el de la libre circulación, a la intimidad o a la confidencialidad de las comunicaciones, que pronto se verán mermados una vez más gracias al terrorismo y a esos políticos que se les llena la boca con la libertad de expresión, pero que no dudan un instante en recortar nuestros derechos con la excusa de la lucha antiterrorista. Deberíamos preguntarnos si la libertad absoluta de unos pocos no se estará convirtiendo en argumento para recortar los derechos de todos. Al fin y al cabo, la mayoría de los ciudadanos nos expresamos libremente sin necesidad de insultar ni de reírnos de las convicciones ajenas, por mucho que ciertos grupos políticos se dediquen a lo contrario en nuestro nombre.

Pepe de Brantuas. Enero de 2015, en España.

El blog de Justito El Notario

Nihil prius fide & nihil prius manducare

·Libros de Cíbola·

· RESEÑAS · relato fantástico · minificción · ciencia ficción · misceláneas · viajes · clásicos · ensayo · biografías · mitología · historia · religión · filosofía · libros ilustrados · NOTICIAS ·

AJEDREZ NOTICIAS

Independencia e imparcialidad. Un nuevo concepto de hacer las noticias de ajedrez

Hello Minds!

A site to learn and think

Familiaris Consortio

La familia tiene la misión de ser cada vez más lo que es, es decir, comunidad de vida y amor... Familia, ¡«sé» lo que «eres»! (San Juan Pablo, Familiaris Consortio, 17)

Thirteen and Random

Nothing but a lucky blog

soma

positive thinking

A la luz de nuestra dignidad

"La novedad que debe enunciarse en términos sencillos y llanos es que la familia constituye una comunidad de amor y solidaridad, que no encuentra su fundamento último en la ley que le otorga la reglamentación (...), sino en la capacidad (en sí misma misteriosa, pero indudablemente típica del hombre) de amar familiarmente y de fundar sobre este amor una comunidad de vida." Prof. F. D'Agostino

LO ANTIGUO ES LO NUEVO

Gaudium cum pace